Al triunfo de la Revolución, el sistema penitenciario que heredó el país carecía de condiciones para proteger los derechos de los internos. Caracterizada hasta entonces por la corrupción judicial y el trato inhumano a los sancionados, la política penitenciaria debió transformarse profundamente en la etapa revolucionaria en aras de garantizar una atención integral y digna de la condición humana.
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